Y apenas nos conocíamos y ya la vida tramaba lo ineludible para desencontrarnos minuciosamente. Como no sabías disimular me di cuenta inmediatamente de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos, y entonces cosas como las estrellas ingresaron paulatinamente en un mundo.
Un mundo donde te movías como una pieza de ajedrez, como la torre que se traslada como un alfil. Y entonces en esos días distinguíamos películas mudas, sin entender absolutamente nada de esa estridencia encubierta convulsa, esa mezcla estriada donde corrían los muertos; pero de repente me filtraba por ahí… atrayéndonos y rechazándonos como hace falta si no se quiere que la pasión termine en cromo o en romanza sin palabras. Pero el amor, esa palabra... y entonces te ríes y me odias, por unos tres segundos me odias…